Sunday, June 17, 2007

Más que gobernante, Marcelo parece jefe de facción o pandilla

Itinerario Político
Ricardo Alemán
El Universal

Domingo 17 de junio de 2007

Ridículo intercambio epistolar, cuando lo que se pide es sensatez

Durante las siete décadas que el PRI gobernó el país, y el Distrito Federal por extensión, los políticos y gobernantes de ese partido hicieron lo que creyeron pertinente -además de lo que quisieron- a partir de una concepción ideológica que se amparaba en la Revolución mexicana. En contrapeso a esos gobiernos -buenos o malos- nacieron las fuerzas opositoras de la derecha y la izquierda, respectivamente.

Desde hace por lo menos tres décadas, cuando el PAN empezó a gobernar desde los espacios municipales, estatales y desde hace siete años a nivel federal, los políticos y gobernantes de ese partido también hicieron lo que creyeron pertinente -y también lo que les vino en gana- a partir de la concepción de la derecha partidista. No son pocos los casos en que la izquierda y el PRI se escandalizaron por los abusos y excesos de esa derecha que, a pesar de todo, siguió creciendo hasta convertirse en poder a nivel federal.

Y cuando el PRD comenzó a gobernar municipios, estados de la Federación y la capital del país, la derecha y el PRI también cuestionaron que gobernantes y políticos de ese partido hicieran lo que creyeran pertinente -y también lo que les dio la gana- a partir de la concepción ideológica de la dizque izquierda -y la despenalización del aborto es el caso más reciente-, lo que le ha ganado severas críticas de la derecha ideológica y partidista.

En los tres casos -con más o menos experiencia, y en mayor o menor tiempo- los tres grandes partidos políticos mexicanos han intentado llevar a sus respectivos gobiernos sus peculiares concepciones ideológicas, sus intereses de grupo, y siempre han encontrado contrapesos, críticas y posturas contrarias.

Hoy, en el gobierno de la capital del país, el señor Marcelo Ebrard jefatura una administración envuelta en una fuerte polémica por los modos y las responsabilidades de gobierno, que responde claramente a un proyecto de largo aliento, que se dice de izquierda, y que se cuestiona por la complacencia con grupos sociales e intereses que sirven a su causa o a su grupo político. Eso no debiera sorprender a nadie, en tanto que el resto de fuerzas políticas, y sobre todo el PAN y el PRI han hecho y hacen lo mismo, obedecen a sus intereses de grupo y a sus causas partidistas.

Sociedad caprichosa

El problema, en todo caso, parece estar en los gobernados, en esos millones de ciudadanos de a pie que en uno o todos los órdenes de gobierno -como es el caso de los habitantes del Distrito Federal- han probado a los gobiernos del PRI, del PAN y del PRD, respectivamente; han entendido el valor de la pluralidad y la alternancia, pero también sus costos.

En la capital del país -como en muchas otras entidades federativas-, en los niveles municipal y estatal se han alternado PRI, PAN y PRD, en tanto que a nivel federal han gobernado el PRI y el PAN.

Los capitalinos saben de qué están hechos cada uno de esos partidos y sus respectivos gobiernos. Más aún, en la más reciente década los habitantes del Distrito Federal han votado mayoritariamente por los candidatos del PRD para ocupar los cargos de jefe de Gobierno, jefes delegacionales y diputados a la Asamblea Legislativa. Resultaría largo, tedioso y hasta complicado analizar las razones por las que el partido "negroamarillo" sigue estando en la preferencia de una importante mayoría -más de 50%- de los capitalinos.

Pero lo que de plano parece no tener explicación es que esos capitalinos que desde 1997 votaron de manera abrumadora contra el PRI y todo lo que significaba ese partido, en 2006 hayan votado por el regreso de ese PRI, revestido con el negro y amarillo del PRD, pero que en el fondo fue el mismo que gobernó en el cuestionado régimen del salinato.

¿Cuántos de los votantes que echaron al PRI del DF en 1997 votaron a favor de Marcelo Ebrard en 2006? ¿Y cuántos de esos hoy critican que el jefe de Gobierno tolere los plantones, bloqueos, marchas, movilizaciones que paralizan la ciudad? Más todavía: ¿cuántos de quienes se ven afectados en su libre tránsito, su trabajo, sus derechos básicos -a causa de los plantones y bloqueos- justifican a ultranza las movilizaciones, antes que reconocer que el jefe de Gobierno no es lo que creían y lo que querían?

Ni modo, habremos de reconocer que tenemos el gobierno que nos merecemos en el Distrito Federal.

Marcelo, el caprichudo

Todos hemos visto, leído o escuchado al jefe de Gobierno cuando dice que su administración no va a "reprimir" a los manifestantes; cuando en un ridículo intercambio epistolar defiende ante los hombres de Calderón el derecho legítimo de una minoría de manifestantes, minoría que de manera cotidiana fastidia la vida a una abrumadora mayoría. Pero pocos, muy pocos se han dado a la tarea de indagar o recordar cuál era la forma en que en el sexenio 88-94 el gobierno del regente Manuel Camacho y su secretario de gobierno, Marcelo Ebrard, reprimía las marchas. Si ya se les olvidó a los perredistas, ese fue el sexenio del "exterminio", cuando el salinato intentó aplastar al PRD y a la izquierda. En esos años Marcelo Ebrard no creía que buscar el justo medio entre el derecho de los manifestantes y el de los terceros afectados era "reprimir". No, entonces el gobierno al que pertenecía reprimía sin más, a secas.

Queda claro que no es un asunto de ideología, de conciencia en el ejercicio del gobierno, sino de pertenencia de grupo. Ayer, en 1988, el señor Ebrard pertenecía a un grupo político para el que el PRD y la izquierda "eran un peligro". En ese tiempo actuó en consecuencia con ese grupo y con los intereses de su jefe, el señor Manuel Camacho, quien a su vez respondía a los intereses de su propio jefe, que era el señor Carlos Salinas. Hoy, Marcelo Ebrard ha cambiado de jefe. El nuevo jefe se llama Andrés Manuel López Obrador. Y las movilizaciones de la CNTE en el Distrito Federal son parte del armado estratégico de AMLO contra el gobierno de Calderón. Y como buen subordinado, leal al nuevo jefe, el señor Ebrard se avienta la puntada de que "no va a reprimir". Si la realidad no se ajusta a los intereses del gobernante, peor para la realidad. Gobierno caprichudo.

Leyes a contentillo

Pero existe un detalle que todos perciben, pero que muchos se niegan a ver. ¿Dónde está la mayor reserva de adeptos del PRD y de votos para sus candidatos a puestos de elección popular? Algunos dirán que en Michoacán, otros que en Zacatecas, los más ilusionados podrán decir que en la casa de descanso del "legítimo", en Baja California Sur. Pero no, es el Distrito Federal. Luego del "invento" del fraude que montaron en el PRD la noche del 2 de julio, a quien afectaron con el bloqueo del corredor Reforma-zócalo no fue a los habitantes de Michoacán, Zacatecas o de las bellezas marítimas de Baja California Sur. No, la afectación fue a los ciudadanos del Distrito Federal.

¿A quién afectan los manifestantes de la CNTE? A los habitantes del Distrito Federal, a los ciudadanos que le dieron el mayor número de votos al PRD y a sus candidatos, a los que llevaron al gobierno al señor Marcelo Ebrard. El fondo del debate respecto al derecho que tienen los manifestantes de la CNTE y el resto de los ciudadanos que ven afectadas sus libertades básicas con los bloqueos y plantones no es sólo un asunto de leyes -como se quiere hacer ver en el ridículo intercambio epistolar entre los señores Ebrard y Lozano, en donde por cierto el jefe de Gobierno resultó apaleado-, sino de responsabilidades, tanto de un gobernante como Ebrard, como de un político del PRD, que se dice de izquierda y que le debía un respeto elemental a sus muchos simpatizantes.

Marcelo Ebrard no se comporta como gobernante de todos los ciudadanos del Distrito Federal -que son los mandantes a los que se debe-, sino como jefe de una facción y hasta de una pandilla. Nadie le pide que reprima ninguna expresión social, sea o no de simpatizantes de su causa. Pero son muchos los que le reclaman que se comporte como el gobernante que debiera ser, el que protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan; que interceda por los derechos de todos, no sólo los de sus amigos y aliados de su jefe. Pero pedir eso es mucho pedir. ¿A quién se le ocurre pedirle peras al olmo? ¿Por qué la pregunta? Porque en el fondo de todo el asunto asistimos a la confirmación de que Marcelo Ebrard es un político congruente.

Sí, aunque usted no lo crea. El Marcelo Ebrard del sexenio 88-94, al que le valían un pito los derechos de los capitalinos, es el mismo Marcelo Ebrard de 2007, corregido y aumentado, porque ahora es jefe de Gobierno y en aquella fecha era secretario de gobierno. Las leyes son a contentillo, y la responsabilidad a capricho.

Rencor social

No nos vamos a meter aquí a la discusión sobre las bondades o las perversidades de la nueva Ley del ISSSTE. Como ya se dijo arriba, cada gobierno municipal, estatal o federal hace, en su tiempo, lo que cree que es correcto o lo que le conviene, según sean sus percepciones partidistas. Si en lugar de Felipe Calderón, en la presidencia de la República estuviera el señor López Obrador, la respuesta a la quiebra del ISSSTE habría sido otra, y los cuestionamientos podían venir de otros sectores, en tanto que los simpatizantes de AMLO estarían diciendo que salvaron a la patria. Igual que ahora lo dicen los simpatizantes de Calderón. Lo que haga un gobierno de derecha, como el de Calderón, nunca será aceptado por la respectiva izquierda. Y lo que haga un gobierno de izquierda nunca será aplaudido por la respectiva derecha opositora.

El problema no está en la Ley del ISSSTE, sino en la estrategia política de los derrotados de la llamada izquierda. Nadie pone en duda el derecho que tienen los maestros de la CNTE de manifestarse y protestar contra lo que les plazca, incluso contra su deficiente desempeño, si así lo quisieran. El asunto de fondo es que se trata de una organización aliada del candidato presidencial derrotado que le apuesta a reventar todo lo que haga el presidente Calderón, sea bueno o malo.

Y es precisamente en ese terreno donde la legitimidad de la protesta se viene abajo. Si se les pregunta a los manifestantes sobre la razón de su protesta, en su mayoría no saben nada de esa nueva ley, o simplemente balbucean incoherencias. Y es que en el fondo, lo que se exacerba en ese grupo de manifestantes es el rencor social -cuyo origen puede o no estar justificado- y que puede ser comprobado por quienes han tenido la suerte -mala suerte, por cierto- de enfrentarlos. Es un rencor social que también se explota entre los grupos de manifestantes que un día sí y otro también arman la gritería en los eventos de Felipe Calderón.

Un ejemplo de esto último se puede comprobar en el Confabulario de EL UNIVERSAL (sábado 16 de junio de 2007), en la columna "La Silla Eléctrica". Van unos párrafos para documentar el optimismo: "Los encargados de ´La Silla Eléctrica´, curiosos como somos, asistimos el miércoles pasado a la inauguración de la muestra Frida Kahlo (1907-2007). Tropezamos de pecho a barriga con las vallas, los cascos y toletes de la Policía Federal Preventiva, y también con el rencor social de una izquierda cavernaria dirigida por el no menos cavernícola Gerardo Fernández Noroña. El resultado fueron varias horas de horror; un temible cordón de seguridad rodeaba Bellas Artes, y otro temible cordón de contingentes organizados de la ´resistencia civil legal y pacífica´ impedía el paso de los invitados, llamándolos -de manera civil, legal y pacífica- ´burgueses´, ´cucarachas´ y ´lamegüevos del espurio´.

"Para estos contingentes, por cierto, no había crimen mayor que usar corbata y traer en la mano la invitación de la muestra. ´¡Frida era comunista, pinches lambiscones!´, vociferaban de manera civil, legal y pacífica los enardecidos lopezobradoristas. Los verdugos vimos con estos ojos que se han de comer los gusanos, cómo a un reportero de este diario se le impidió el paso a empujones. Sencillamente las huestes de Gerardito no lo dejaron pasar. Cuando esgrimió su derecho al libre tránsito, fue calificado de ´burgués hijo de tu chingada madre´".

Otro tanto ocurrió el pasado lunes durante el primer concierto del virtuoso chelista Yo Yo Ma, también en Bellas Artes, donde el pecado de una buena parte de los asistentes fue vestirse para la ocasión. Las huestes de Fernández Noroña les recetaron lindeces similares. El rencor social exacerbado.

Y es que esa estrategia, la de exaltar la lucha entre ricos y pobres, buenos y malos, no es más que una segunda parte de lo que ya vimos en los meses previos al 2 de julio. Hoy esos ciudadanos tienen un elemento adicional: el cuento del fraude. Lo curioso del asunto es que a pesar de que son cada día más las evidencias de que las movilizaciones contra la Ley del ISSSTE, los actos de Calderón, así como los boicots contra la presentación de libros y conferencias son un montaje con fines políticos, aún son muchos los ciudadanos que los justifican. Y nadie ha respondido una pregunta clave: ¿quién financia esos movimientos?

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