Sunday, December 10, 2006

La izquierda también perdió el Distrito Federal, su bastión base

Itinerario Político
Ricardo Alemán
10 de diciembre de 2006

La capital del país en manos de los ex salinistas que buscan el 2012

Una vez que las turbulentas aguas electorales regresan a su cauce y que se apaciguan los ánimos queda al descubierto, ante los ojos de todos aquellos que lo quieran ver, que el Partido de la Revolución Democrática no sólo fue derrotado en la contienda presidencial, sino en el que desde 1997 fue su más importante centro real de poder; el Gobierno del DF, donde si bien el voto ciudadano fue mayoritario a favor de las siglas de ese partido, lo cierto es que el nuevo gobernante, Marcelo Ebrard, en realidad representa al grupo político que combatió a la izquierda mexicana desde 1988.

El PRD "perdió ganando", porque el grupo político de Marcelo Ebrard es el mismo de Manuel Camacho, el mismo al que combatieron Cárdenas y el FDN -antecedente del PRD-, y que en 1988 fue el grupo político salinista que le arrebató a la mala el triunfo electoral a la izquierda mexicana. Esa era la desviación que cuestionó el fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, ya que en el fondo, con la llegada de Marcelo Ebrard al gobierno del Distrito Federal, al perredismo le fue arrebatada "la joya de la corona" -mediante la colonización en ese partido de su otrora adversario-, que era el Gobierno del Distrito Federal, el segundo centro de poder más rico, influyente y el detonante de la fuerza político-electoral de ese sector de la izquierda mexicana.

Son muchos los que se enojan cuando se cuestiona esa otra derrota político-cultural del PRD, sobre todo los fanáticos del negro y amarillo, pero les guste o no, lo cierto es que la llegada de Ebrard al GDF es uno de los más severos golpes a la izquierda institucional, a la historia del PRD y, sobre todo, al futuro electoral de ese partido. ¿Por qué? Porque ese gobierno marcará el regreso de un influyente sector del viejo PRI al segundo centro real de poder más importante del país, luego del presidencial. Pero además, porque se inicia el proceso para enfilar a ese mismo grupo al poder presidencial, en 2012, sea por las siglas del PRD, sea por las de alguno de los otros partidos del Frente Amplio Progresista.

La traición

El pasado 23 de noviembre titulamos el Itinerario Político de esa fecha como "La traición que viene", en relación a que, rumbo a 2012, la candidatura presidencial por la izquierda institucional para esa aún lejana elección se disputará entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador. Dijimos: "Desde el 5 de diciembre de 2000 comentamos en este espacio lo que fue bautizado como "El Parricidio". Desde entonces nos referimos a las evidentes señales de que el nuevo jefe de Gobierno capitalino preparaba un "golpe de Estado" a su padre político, promotor y mecenas. Abundaron las voces que se negaban a ver lo evidente, que creían imposible que Andrés Manuel López Obrador fuera capaz de traicionar y aniquilar políticamente a Cuauhtémoc Cárdenas, el entonces líder moral del PRD".

Luego preguntamos: "¿Dejará escapar la posibilidad de alcanzar el poder presidencial para 2012 la dupla Camacho-Ebrard?" Y concluimos así: "Está claro que en política uno de los valores fundamentales, más preciados, es precisamente el de la lealtad. Pero también es una realidad de la política mexicana -y de todo el mundo-, que la lealtad llega hasta donde se cruza la posibilidad real de alcanzar el poder. Es decir, que la alianza de la dupla Camacho-Ebrard con el ex candidato López Obrador llegará hasta el punto en que los dos bandos disputen los espacios para la contienda presidencial de 2012".

Marcelo Ebrard ya despacha como jefe de Gobierno, y si bien en su mensaje de toma de posesión ante la Asamblea Legislativa refrendó su alianza con su jefe, promotor y mecenas, también se dieron las primeras señales de que para el nuevo gobernante del Distrito Federal lo que menos importa, de ahora en adelante, es el PRD, sus líderes y el señor López Obrador. La dupla Ebrard-Camacho tiene en la mano todo el dinero necesario para construir su candidatura presidencial, tiene todo el tiempo -seis años que son suficientes para construir a un candidato-, cuenta con un instrumento privilegiado para mantenerse en los reflectores mediáticos, cuenta no con uno, sino con tres partidos políticos para su proyecto político personal -porque la creación del Frente Amplio Progresista, que forman PRD, PT y Convergencia, fue un invento del camachismo-, y hasta tiene armas secretas para combatir a sus adversarios. Es decir, tiene acceso a los secretos del gobierno anterior, el de AMLO, que son una bomba de tiempo para destruir políticamente a quien pretenda ser un obstáculo para sus ambiciones.

La campaña

Y por supuesto que "la traición que viene" no se expresará de manera clara y abierta, porque Marcelo Ebrard no es tonto. Pero las primeras señales que envió con la integración de su gabinete -al incorporar en cargos fundamentales de su gestión a los desprestigiados grupos de René Bejarano y Martí Batres, entre otros magos del clientelismo-, hablan de la evidente construcción de una candidatura presidencial, más que de un proyecto encaminado a resolver los grandes problemas de los capitalinos. Por lo pronto, al aparecer las primeras señales de que Marcelo Ebrard inició su precampaña presidencial el mismo 5 de diciembre, ya se abrieron las primeras grietas entre las distintas tribus del PRD, sobre todo entre aquellos que lo combatieron como posible jefe de Gobierno.

Resulta que todo el aparato de control social y clientelar del gobierno capitalino fue entregado precisamente a los grupos de Bejarano y Batres, habilidosos estrategas de las peores prácticas del viejo PRI. Esos grupos estuvieron al servicio de López Obrador en la elección presidencial del pasado 2 de julio y ahora servirán a Marcelo Ebrard para sus fines electorales. Pero no fue todo, también mandó mensaje bastante claro, al dejar fuera de su gabinete al más poderoso de los grupos del PRD, el de Los Chuchos, ya que a uno de sus jefes, Jesús Zambrano, le ofreció la titularidad de una inexistente Secretaría del Trabajo, lo que fue interpretado por Los Chuchos como una exclusión. Por eso Zambrano renunció al cargo "de papel" y su grupo político pintó su raya frente al gobierno de Ebrard.

Debemos recordar que el grupo de Los Chuchos, a través de otro de sus jefes, Jesús Ortega, fue un duro adversario de Marcelo Ebrard en la lucha por la candidatura a jefe de Gobierno por el PRD. Desde los tiempos de esa contienda interna se advertía sobre el riesgo de que "la joya de la corona", el Gobierno del DF, le fuera arrebatada al PRD y a la izquierda. Pero a pesar de la protesta de muchos en ese partido, el entonces candidato presidencial único del PRD, López Obrador, se empeñó en que Marcelo Ebrard fuera el candidato al GDF y futuro jefe de Gobierno. ¿Por qué ese empecinamiento de AMLO? Porque el tabasqueño ya se imaginaba en el cargo de presidente de todos los mexicanos, y requería en el gobierno capitalino a un incondicional, a un leal de origen priísta, por sobre los políticos de origen perredista.

Regresa el PRI

Por increíble que parezca -y a pesar de que en su momento eran pocos los que tuvieron el valor de alzar la voz-, lo cierto es que AMLO fue el responsable de que uno de los grupos que impulsaron al salinismo y el fraude electoral de 1988 -el grupo de Camacho-Ebrard-, le arrebatara al PRD y a la izquierda el poder del GDF. Antes del 2 de julio eran muchos los que trataban de justificar la llegada de Ebrard al gobierno capitalino con un discurso simplista y hasta simpático. "No hay problema, al grupo de Camacho lo controlará desde Los Pinos el presidente López Obrador". El tiempo ha demostrado que del tamaño del error será el tamaño de la derrota.

Y es que si AMLO perdió la contienda presidencial, si el PRD perdió la batalla cultural por la democracia, está claro que perdió el gobierno capitalino, porque se dejó en manos del camachismo el poder más importante, la fuente más significativa de poder político y económico, además del mejor trampolín para acceder al poder presidencial en la contienda siguiente. Es decir, que debido a los cálculos equivocados de AMLO, el PRD regresó el gobierno del DF al grupo al que se lo arrebató en 1977. El PRI otrora vinculado a Salinas se forma en la fila para regresar a Los Pinos en 2012, gracias al PRD, a la colonización de ese sector del PRI hacia el más importante partido de la izquierda institucional, hasta desplazarla del más importante de los centros de poder real.

Y el mejor ejemplo de que las viejas prácticas clientelares, nada democráticas y patrimonialistas del viejo PRI ya están de regreso en el nuevo gobierno del DF, lo ofreció el propio Marcelo Ebrard, quien lanzó un primer mensaje, harto preocupante, al anunciar que el suyo no será un gobierno "para todos", sino sólo para los aliados. Durante su primer día de gobierno, en una gira por la delegación Iztapalapa, y ante los reclamos por la aguda carencia de agua potable en esa demarcación, el nuevo jefe de Gobierno enseñó talante y talento: "les vamos a bajar el agüita, para que vean lo que se siente", dijo, al anunciar que por sus pistolas -una suerte de rencor político y social-, reducirá el caudal de agua a la delegación Miguel Hidalgo -que es gobernada por el PAN y una de las que votó contra Marcelo-, para enviarla a Iztapalapa. Reaviva la pelea entre ricos y pobres.

En su concepción populista del poder, Marcelo Ebrard gobernará para los pobres, aunque haya dado muestras claras de su origen cuando hace apenas unos cuantos meses reunió en su boda a lo más selecto de los potentados. El mensaje de fondo es que el nuevo Gobierno del Distrito Federal nada tiene de izquierda, que es una reedición grosera del viejo PRI enmascarado con las siglas del PRD y los colores del negro y amarillo, que gobernará no para resolver los grandes problemas de la capital del país y de sus habitantes, sino con un timing político. "No habrá agua para los que no votaron por mi", es el mensaje de fondo. Es la reedición moderna del célebre Ramón Aguirre: "Los que no estén a gusto con mi gobierno, que se larguen". Los pobres como carnada electoral y la sanción a los adversarios, a los que quitará el agua, como un castigo "para que aprendan, para que vean lo que se siente". El populismo de cuño priísta.

Calderón y Ebrard

Pero no es todo. También en su primer mensaje como jefe de Gobierno, el señor Ebrard se refirió a la relación con el gobierno del presidente Calderón, al que semanas antes también había calificado como "espurio" y "pelele", y con el que al final de cuentas parece haber acordado un pacto de no agresión. Hoy se sabe que Marcelo Ebrard estableció contacto secreto con el nuevo Presidente, al que consultó las designaciones del procurador y el jefe de la policía del Distrito Federal. Calderón ratificó de inmediato a los dos funcionarios, en una misiva en la que aclara que Ebrard debió reconocer la legitimidad y legalidad del nuevo gobierno federal, para las designaciones respectivas.

En los hechos Ebrard debió tragar sapos y serpientes respecto a su postura frene al triunfo de Calderón y la legitimidad de su gobierno, y estará obligado a restablecer una relación de respeto hacia el nuevo Presidente. ¿Por qué no reconoce de manera pública y abierta que Calderón es el presidente legítimo y legal de los mexicanos? Porque no es tiempo para ello, porque no quiere cargar con el "sambenito" de "traidor" a la causa lopezobradorista. Pero en el fondo el nuevo jefe de Gobierno sabe bien que por razones políticas, presupuestales, estratégicas y de eficacia de su gestión, está obligado a trabajar junto con el nuevo gobierno federal. Si no aprendió la lección de que para un sector amplio de mexicanos no es bien visto un gobernante del DF que se enfrenta al Presidente, pronto lo aprenderá, porque sabe bien que la guerra de AMLO contra Vicente Fox fue un factor definitorio en la imagen del primero en las pasadas elecciones federales.

Mal comienzo

Por lo pronto el nuevo jefe de Gobierno empieza mal, muy mal, su gestión, ya que se enfrentó intramuros al más poderoso grupo político del PRD, lo que a la postre lo marginará de ese partido. Pero también tiene una mala, muy mala, relación con el PAN del DF, y no mantiene una buena relación con el PRI capitalino. Como si no fuera suficiente, empieza a pelear con un sector importante de los habitantes de la ciudad de México, con las clases medias, que pudieran verlo como uno de los suyos, pero que con las declaraciones delirantes como quitarles el agua para enviarla a los pobres, se gana el rechazo casi generalizado. Marcelo Ebrard es un político brillante, un ciudadano inteligente y visionario, y ha sido un opositor consistente, pero todo indica que el poder lo empieza a marear, a unos cuantos días de saberse en la antesala del poder presidencial. Es deseable que, por el bien de todos, regrese el político, el servidor público, el ciudadano y el hombre sensato y humilde que muchos conocimos hace no mucho tiempo. Al tiempo.

aleman2@prodigy.net.mx

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