Sunday, February 04, 2007

Vivir a medias, morir completo

Emiliano Ruiz Parra

Enviado

La muerte de Albano Ramírez Santos. La muerte de Albano es un misterio. La SSP capitalina dijo que falleció por un paro respiratorio en la patrulla que lo transportaba, tras intentar suicidarse en las vías del Metro. Pero la Procuraduría apuntó a los policías que lo custodiaban como los homicidas, que en un exceso de fuerza lo mataron a golpes

Xicotepec de Juárez, Puebla.- La fotografía retrata a Albano Ramírez Santos 30 minutos antes de su muerte. Tres policías de boina negra lo someten. Uno más observa a unos cuantos pasos de distancia. Él, de pie, forcejea. Se resiste. Su boca está abierta como si tratara de gritar algo.

Uno de los policías le rodea el cuello con su brazo.

Los otros lo empujan. Quieren meterlo a la patrulla S001029, que conduce Adrián Paz Nieto. Albano, con el brazo izquierdo, se aferra a la puerta blanca del automóvil. Parece desesperado. Rendido. Pero no pierde la fuerza. Habría de morir a bordo de la patrulla en menos de media hora.

Esta fotografía, de Salvador Chávez, se publicó en Metro el viernes 19 de enero con la leyenda "Salvan a suicida de las vías del Metro... pero se les muere cuando lo remitían al MP. Albano Ramírez dice que le habían robado un camión de naranjas".

Albano viste una chamarra de un desgastado color negro. Sus cabellos, también negros, están revueltos y su cara, salvo el rictus desesperado, no tiene ninguna herida, ningún golpe.

Entre los brazos de los policías se asoma una mano que sostiene un celular y que apunta hacia la boca abierta del hombre. No lleva uniforme. Quizá sea de algún reportero. Quizá esté tratando de registrar sus gritos.

Casualmente había medios informativos en la estación ya que ese día se presentaba el operativo "Doble Muro", llevado a cabo por la Policía de Élite de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.

Ahí, también, estaba el titular de esa dependencia, Joel Ortega.

El luto

El luto sabe a mole negro, a tamales y a ponche de frutas. El domingo 28 de enero concluyen los rosarios en la casa de Albano, en Xicotepec de Juárez, su pueblo natal, en la Sierra Norte de Puebla. Ya sus familiares y amigos han ido nueve noches a rezar por su alma y toca al difunto corresponder la atención con una cena para los dolientes.

"Albano es el que da la comida", afirma su hermana Rosa. Se han cumplido 10 días de su muerte y nueve de su sepelio. Además de la cena, los dolientes peregrinarán hasta el panteón, la nueva morada del camionero de 45 años.

Su viuda, Rocío Martínez, a veces cree oír el motor del camión llegando a su casa. Cada vez que tocan a la puerta cree reconocer el golpe en hilerita que acostumbraba Albano Ramírez Santos. "Todavía no 'me cae el veinte' de que ya no voy a ver a mi esposo".

En su cocina se aprietan unas 20 mujeres, hermanas, primas y vecinas que han pasado el día batiendo la masa. Sobre la mesa, como un regadero de naipes, se acomodan las hojas de papatla, que envolverán los tamales.

En casa de la madre del difunto se preparó el mole negro desde la noche anterior. Se molieron las tortillas, los cocoles, los chiles y las especias.

María Luisa Santos Jiménez perdió al mayor de sus seis hijos.

A Rocío Martínez le quitaron al compañero de 30 años.

El noviazgo se inició en la adolescencia y el matrimonio vino seis años después. Aun cuando Albano se ausentó del pueblo para estudiar en la Universidad de Chapingo, cada fin de semana iba a visitar a su esposa, que se había mudado a la casa de la suegra.
María Luisa viste de negro. Trata de sonreír cuando habla de su hijo, de recordar la vida cotidiana que se apagó el 18 de enero. De su afición al chiltepín, al pan casero de nuez y al básquetbol.

"Hubiera preferido que se hubiera estrellado y lo tuviéramos que sacar con pala, pero que se lo hubiera hecho él", concede, mientras avanza los 100 metros que separan su casa de la casa de su nuera Rocío, en donde Albano vivió hasta su último día.

La casa de Albano se compone de una sala, una recámara, la cocina y un baño. La sala, que servía también de dormitorio, se convierte en una capilla para rezar los rosarios. Las cuatro camas se apilan en la única recámara.

Albano había ido a Tabladero, Veracruz, a despedirse de su abuela, desahuciada de cáncer de colon. En el regreso lo acompañaron su esposa y su nieta Pamela, de 8 meses. De vuelta en Xico, cenó bisteces a la mexicana.

El mayor de sus dos hijos varones, Albano chico, le había pedido que lo dejara acompañarlo al viaje de Gutiérrez Zamora, Veracruz, a la Central de Abastos, en el Distrito Federal. Pero se quedó dormido.

Albano se retrasó y no pudo alcanzar al convoy de cuatro camiones que harían la misma ruta y terminó por irse solo. Siempre prefería salir a la carretera con sus compañeros.

Ahora de Albano sólo quedan fotos. Rocío señala en una de ellas a Albano entre un grupo de alumnos que se gradúan como ingenieros agrónomos de la Universidad de Chapingo.

Usa traje y corbata. Aparece en el grupo de la izquierda con un peinado al estilo de los Beatles.

Albano tuvo que renunciar a ejercer la carrera para mantener a su familia. Su padre, Albano primero, se había ido a formar otra familia. El único patrimonio que dejó fue un camión para su esposa y seis hijos, cuatro de ellos hombres y dos mujeres.

Como el hermano mayor, Albano tomó el camión e inició un patrimonio que les permitió adquirir sus camiones a sus hermanos Martín, Miguel y Daniel.

¿Asalto, depresión, suicidio?

La muerte de Albano Ramírez Santos está cubierta por una bruma de versiones que se contradicen y dejan grandes huecos.

Aparentemente, Albano pretendía suicidarse en la estación Indios Verdes del metro, deprimido por el robo de su camión.

Sin embargo, Francisco Rodríguez Román, jefe del sector de vigilancia de Indios Verdes, asegura que Albano se acercó a él y le preguntó en dónde podría presentar una denuncia por el robo de un camión. Rodríguez le dio las señas para llegar a la delegación Cuauhtémoc. Había que transbordar en Hidalgo y bajarse en Revolución. Albano le dio las gracias y se fue. No se le veía ninguna lesión.

A las 06:25 de la mañana, Albano se arroja a las vías del Metro Indios Verdes, de acuerdo con la declaración del conductor, Carlos Rubio. Ya tirado en las vías, pretende embestir al tren "como quien se echa un clavado a una alberca", agrega Rubio, quien alcanza a frenar sin tocar al suicida.

"Sólo refería que lo dejaran en paz, que lo dejaran morir", agrega Mario García Pasos, otro conductor que acudió a sacarlo de las vías.

El relato lo retoma Francisco Rodríguez Román, quien le había dado las señas para llegar a la delegación Cuauhtémoc. Asegura que cuatro o cinco policías auxiliares lo metieron al cubículo del jefe de estación, en donde Luis Enrique Villatoro, coordinador de Servicios Externos de Vigilancia del Metro, le preguntó por qué se había lanzado a las vías.

"Porque la vida no vale nada y así iba a salir en primera plana de los periódicos", dijo Albano, según la declaración de Rodríguez Román.

Y otra nueva contradicción. Afirma que Albano salió cojeando de la oficina del jefe de estación, en donde estuvo unos 15 minutos, pero que "en ningún momento" vio que lo hubieran lesionado.

El camión de Albano fue encontrado en la carretera México-Pachuca, a la altura de San Cristóbal Ecatepec. El cargamento de naranjas estaba intacto, lo mismo que el motor.

Sólo faltaba una chamarra, una cobija, una maleta con chanclas y toalla que su esposa Rocío le preparaba a cada salida. Tampoco estaba el radio de banda civil que usaba para comunicarse con otros camioneros.

El camión presentaba un golpe en la salpicadura izquierda, que le arrancó un pedazo de la fibra de vidrio verde perico. El extremo de la defensa estaba incrustado en la llanta.

Todo a la mitad

"Somos de familia longeva, a Albano le quedaban 45 años de vida", dice su madre con una sonrisa. Y pone un ejemplo: la abuela de Albano, Lucía Jiménez Silva, murió de 92 años, vencida por el cáncer de colon.

Si la predicción de María Luisa Santos se hubiera cumplido, Albano estaba a la mitad de su vida, con 45 años, cuando lo mataron a golpes en una patrulla del Distrito Federal.

En Xicotepec de Juárez queda la impresión de que Albano dejó todo a la mitad. Había comprado un terreno para ampliar su casa, que se limita a una estancia, una recámara, cocina y baño.

En una esquina del terreno el chasis de un camión empieza a resignarse al abandono y al óxido. El plan de Albano era comprar las piezas hasta construir un camión y poderlo vender.

La casa de su madre, María Luisa Santos Jiménez, también está a la mitad del camino en la cultura del esfuerzo. Su estructura interior conserva las tablas de cuando fue construida, pero hacia fuera ya tiene las paredes de block. Falta el techo, que todavía es de lámina de asbesto y deja pasar el calor tan bien que la ropa se tiende a secar dentro del comedor.

Su plan, dice Rocío, era vender el camión en 140 mil pesos para echarle dos cuartos más a la casa y convertir el chasis en camión. Al final, su idea era dejar de manejar y dedicarse "a los fierros", buen negocio en Xicotepec de Juárez, pueblo de camioneros.

Albano también dejó a la mitad su paternidad y su condición de abuelo. Su hija Argelia tiene 20 años; Albano chico apenas 17 y Luis Martín, 12. Su nieta, Pamela, de 8 meses, es la única que sonríe, la única que no alcanza a comprender lo que ocurre.

En el camino vienen dos nietos. Argelia tiene cuatro meses de embarazo, los mismos que la novia de Albano chico.

El primero que nazca, si es hombre, llevará de nombre Albano, en honor al abuelo que se quedaron sin conocer. Si es niña, Argelia le quiere poner a su hija Alba Rocío, por sus dos padres.

El último viaje de Albano también se quedó a la mitad.

Partió desde Gutiérrez Zamora, Veracruz, con 12 toneladas de naranja que nunca pudo llevar a la Central de Abastos.

La muerte

Hay dos hechos que el Ministerio Público acreditó para consignar por homicidio a Carmelo Campechano Granados y José de Jesús Sánchez Lemus: Albano subió con vida a la patrulla S001029 y lo bajaron muerto o pocos minutos antes de morir a consecuencia de los golpes.

Dos sucesos cuadran en todas las declaraciones. A Albano lo trasladaron a la agencia 50 del Ministerio Público, en Martín Carrera, y el trayecto duró entre 20 y 30 minutos. Ahí lo acabaron.

"Al encontrarse con el ahora occiso, los indiciados en el trayecto a dicha agencia investigadora agreden físicamente al sujeto pasivo del delito", afirma la Fiscalía de Homicidios en la querella contra Campechano y Sánchez Lemus.

El resto son contradicciones. Después de que lo sacaron de las vías, Sánchez Lemus asegura haber escuchado en la frecuencia de radio que el director jurídico del Metro, Gabriel Ramírez Luna, había ordenado trasladarlo al Ministerio Público por el delito de ataque a las vías de comunicación, pues Albano habría provocado el corte de corriente durante cuatro minutos.

Cuando rindió su declaración, Ramírez Luna dijo que en caso de intento de suicidio se prioriza la atención médica a las víctimas, "jamás di la indicación y menos la orden de que esta persona (Albano) fuera trasladada al Ministerio Público".

Así pues, no existió orden de ninguna autoridad para trasladar a Albano a la agencia 50 del MP.

En el trayecto a la agencia, Carmelo Campechano se sentó a su lado izquierdo. Sánchez Lemus en el derecho. Al volante iba Adrián Paz Nieto.

"En el traslado el hoy occiso siempre tuvo plena conciencia, tan es así que iba gritando groserías y forcejeando con los policías antes mencionados", dice Adrián Paz en su primera declaración, que cambiaría en dos ocasiones.

En esa misma declaración, afirmó que al llegar a la agencia 50 ya había personal del Grupo de Fuerza de Tarea para ayudar a Campechano y Sánchez Lemus a bajar a Albano porque "estaba muy agresivo y estaba forcejeando" y tuvieron que sujetarlo para que descendiera del vehículo.

En su primera ampliación, que hace el mismo 18 de enero, Paz ya no afirma, sino "presume" que los policías forcejeaban con Albano, pero "nunca volteó hacia atrás para ver cómo bajaban al ahora occiso".

En su segunda ampliación, efectuada la noche del 19 de enero, Paz ya no vio nada de lo que pasaba en el asiento trasero porque había un acrílico, aunque sí sintió movimiento en la patrulla. A Albano, dice, lo llevaban sometido en el piso y no oponía resistencia.

Carmelo Campechano, presunto homicida, asegura que nunca se le dio golpe alguno a Albano. "Mientras lo trasladaban al MP empezó a dormitar y quedó semiinconsciente pero todavía respiraba", afirma Campechano.

Según Campechano y Sánchez Lemus, Albano les habría ofrecido 10 mil pesos y su camión de naranjas a cambio de que lo dejaran libre.

"El hoy occiso le manifestó al policía Campechano: 'te doy 10 varos o 20, es más, tengo un camión con naranjas, pero déjame chispar', manifestándole el dicente que se tranquilizara ya que si no hizo nada lo manifestara en la agencia", declara Sánchez Lemus.

Sánchez Lemus afirma que "en ningún momento lo golpearon o lo trataron mal, toda vez que nunca lo hacen, aunado a que había muchos medios de comunicación en el paradero".

"Respiraba muy rápido y empezó a dormitar", recuerda.

Los policías Vicente Martínez, Amílcar Pérez y Miguel Ángel Arenas le ayudaron a bajar al detenido, "mismos que lo venían cargando ya que estaba mal físicamente y no podía caminar". Eran alrededor de las 08:00 de la mañana.

La ambulancia 14 de la Cruz Roja llegó a las 08:20. El paramédico Manuel Manríquez les dijo que ya estaba muerto. Albano quedó tendido en la banqueta, afuera de la agencia 50 del Ministerio Público, a la que nunca entró.

La querella contra Campechano y Sánchez Lemus señala la ventaja de los dos policías al actuar conjuntamente contra el camionero, "quien al momento de los hechos se encontraba solo, sin que tampoco actuaron en legítima defensa ni corrieron riesgo alguno de ser muertos o heridos por el sujeto pasivo ocasionándole las lesiones que con posterioridad le ocasionan la muerte", dice.

El dictamen del Servicio Médico Forense establece que Albano murió por el traumatismo en el cráneo y el tórax. Cuando menos una de las tres costillas fracturadas le perforó la pleura. Los golpes pudieron haber provenido de manos, pies, piso o pared.

El principio del calvario

En la averiguación previa, de 473 hojas, llama la atención una de las pocas declaraciones que realiza un funcionario público ajeno a las tareas de seguridad.

Enrique Sánchez Chávez, jefe de estación en Indios Verdes, asegura que el calvario de Albano Ramírez Santos se inició desde las instalaciones mismas del Metro, en donde fue golpeado por policías auxiliares.

A las 06:25 horas, Enrique Sánchez vio cómo dos civiles y seis elementos de la Policía Auxiliar salieron de la estación Indios Verdes por la puerta de acceso para personas con discapacidad. Llevaban jalando de los pies a Albano Ramírez Santos, a quien arrastraban boca arriba.

El grupo arrastró a Albano hasta el local número 6 de primeros auxilios, un anexo ubicado junto al cubículo del jefe de estación, de cuatro por tres metros. Ahí, el grupo creció a unos 10 elementos policiacos.

Tres policías se pararon frente a la puerta para hacer un muro y evitar la entrada. Albano quedó tirado entre la plancha de auscultación y la pared, cubriéndose la cara con las manos.

"Tanto las personas vestidas de civil como aproximadamente cuatro de los policías le estaban propinando patadas a la altura del estómago y las costillas.

"El declarante, al ver esta agresión a empujones y codazos logró pasar hacia el interior del anexo gritándoles: 'no sean pendejos, no lo golpeen', momento en que dejaron de patearlo. Dicha agresión duró aproximadamente un minuto, quizá menos".

Ahí, según Enrique Sánchez, Albano pidió: "déjenme morir, soy transportista, me robaron mis naranjas y mi camioneta".

El funcionario les dijo a los policías que pediría una ambulancia.

"Como jefes de estación valen madres, aquí la autoridad somos nosotros", le respondió uno de los policías auxiliares para disuadirlo.

Los policías se llevaron a Albano hacia la salida de la estación, en donde se instrumentaba el operativo Doble Muro.

Sánchez llamó por teléfono a su coordinación operativa, en donde le tomó el reporte Leticia Garrido.

En su declaración ministerial, en donde narra la golpiza, Sánchez rechaza que Francisco Rodríguez Román hubiera estado presente en el anexo donde se pateó a Albano.

Rodríguez Román, por su parte, había declarado que había estado en la oficina del jefe de estación, y que no había visto ninguna agresión de los policías al camionero.

"Después de que se suscitaron los hechos y se retiraron los policías sí vio al señor Francisco (Rodríguez Román) ya que intercambiaron información para realizar sus reportes", declara.

¿Quién miente?, ¿por qué?

Mi hermano no se suicidó

El viaje de Xicotepec de Juárez a la Ciudad de México ha demorado cuatro horas. Rocío Martínez se queda de pie, pensativa, frente al "perico", el camión verde que supuestamente le quisieron robar a su esposo.

Es el lunes 29 de enero. Con Martín y Miguel Ramírez Santos, hermanos del difunto, acude a las oficinas de la Procuraduría General de Justicia a recuperar el camión DINA modelo 1982.

Martín, Miguel y Daniel son camioneros, como lo fue su hermano Albano. También su cuñado Macario.

Martín trata de arrancar el camión pero está muerto.

Se descargó la batería. Ahora tendrá que conseguir una grúa hasta la zona de las pirámides, en Teotihuacan, para que ahí la pueda recargar.

La familia cierra filas. Quieren dar la pelea. Tienen tres objetivos: que se castigue a los responsables para que se dé una lección. La constitución de un fideicomiso para la viuda y el hijo menor, de 12 años, y una indemnización.

Armando Ramírez, su abogado, espera que una indemnización de la Secretaría de Seguridad Pública pueda sentar un precedente en un país en donde no hay legislación acerca de reparación del daño a las víctimas.

Y lo más importante, dice su tía Victoria Santos Jiménez: que se limpie el nombre de Albano, que Albano jamás habría intentado suicidarse.

El perfil que dibujan los Ramírez Santos de Albano es el más lejano al de un suicida. Un padre y marido ejemplar, que gustaba de jugar básquetbol en el pueblo. Solidario, cariñoso, responsable, con amor por la vida y muchos proyectos.

En Xicotepec de Juárez, su pueblo, la familia empieza a especular, "¿habría reconocido a alguien?, ¿descubrió que la policía estaba involucrada en el robo?" En su escenario no está la posibilidad de que se hubiera lanzado a las vías.

"Yo soy su voz ahora que no puede hablar", dice su hermano Martín, que se ha encargado de contratar a los abogados, hablar con los medios y presionar a las autoridades.

El día del homicidio, decidieron trasladarse a la Ciudad de México cuando el dueño de las naranjas les avisó que su cargamento no había llegado. En el camino les avisaron por celular que Albano había fallecido.

Miguel reconoció el cuerpo en la Ciudad de México.

Albano chico le pidió a su madre el camión "perico" para trabajar, mantener a su hijo y ayudarla a ella misma.

A repetir, de alguna manera, la historia de Albano, que no ejerció la carrera para tomar el volante cuando Albano abuelo dejó a su familia.

Rocío se niega.

"Lo vamos a vender. No quiero que mis hijos hagan lo mismo. Me da mucho dolor este camión".

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