Sunday, March 25, 2007

Los otros cien días: Marcelo Ebrard

Razones
Por: Jorge Fernández Menéndez


El jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, cumplió, cinco días después de Felipe Calderón, sus primeros cien de gobierno. Ebrard ocupa la posición política más importante del perredismo en el país y resulta casi obvio que aspira, a partir de ella, a jugar un papel protagónico en 2012. Ese solo hecho sería suficiente para analizar con atención su labor. Pero, además, la forma en que ejerza Marcelo el poder nos mostrará, con bastante claridad, cómo puede o no evolucionar el PRD de cara al futuro.

Ebrard siempre ha sido un administrador público eficiente. A primera vista resulta casi evidente que su gestión en la Jefatura de Gobierno capitalina parece ser mucho más ordenada que la de su antecesor. En el papel, tiene planes concretos de gobierno y objetivos claros en término de políticas públicas. Pero el gran problema de Ebrard es cómo ejecutar esas políticas sin entrar en confrontación con los sectores más duros del PRD, de qué manera hacerlo sin evidenciar la pésima gestión de López Obrador, cómo, sin confrontarse con la mayoría de la Asamblea Legislativa capitalina controlada por Nueva Izquierda y en qué forma hacer todo eso sin haber construido, aún, una fuerza política propia, dentro o fuera del perredismo, que lo respalde.

Los operativos en Tepito escenifican con bastante claridad esa situación. La actividad desarrollada por el Ejecutivo federal al respecto y un crecimiento de la inseguridad, derivado en parte del cambio de administración y de la ruptura, en este caso parcial, de controles y complicidades, prácticamente obligó a Marcelo a actuar contra alguno de los principales bastiones de la criminalidad en el barrio de Tepito. Pero allí mismo se demostraron las contradicciones y los formidables enemigos, la mayoría de ellos internos, que Ebrard debe enfrentar y vencer. Se tomaron medidas simbólicas que sirven (como también lo hacen en otro plano los operativos federales) para enviar la señal de que el Estado aún tiene fuerza para recuperar el control de zonas que están hoy bajo la autoridad de la delincuencia. Se hicieron dos expropiaciones, se mostró el músculo, se detuvo a un personaje apodado El Gus, pero no se tocó a ninguno de los principales operadores en la zona, mucho menos a alguno de los tres o cuatro grandes jefes del ambulantaje que, en muchas ocasiones, tienen más de una liga con el narcomenudeo, pero son también, casi todos ellos, aliados del perredismo capitalino, comenzando por la familia Padierna.

En una reunión con México Unido contra la Delincuencia , Marcelo hizo el que es, sin duda, su compromiso más importante: en un año, dijo, dejaría al Centro Histórico libre de vendedores ambulantes. Estamos hablando de desalojar de esa zona de la ciudad a unos 20 mil vendedores manejados por varios líderes enfrentados entre ellos. Ya éstos y buena parte de los propietarios de los puestos han dicho que no se irán y en estos días pareciera que incluso el número se ha incrementado, probablemente para sumar fuerzas, acrecentar la oposición y, si fuera necesario, aumentar el costo de la negociación. Si Marcelo logra cumplir esa promesa, será un logro indiscutible en términos de opinión pública, gobernabilidad y eficiencia, que entonces sí lo situaría en el escenario nacional. Pero si no lo hace, se le verá como un mandatario local débil que no pudo con los poderes fácticos de la ciudad.

Se dijo que los operativos como el de Tepito continuarían en Iztapalapa, pero allí aún no ha ocurrido nada, quizá porque no se puede abrir otro frente cuando apenas si se puede con el del Centro Histórico, quizá porque lo que se haga en Iztapalapa no generará los mismos beneficios mediáticos, tal vez porque esa delegación es el gran bastión capitalino de Nueva Izquierda, una corriente con la cual Marcelo está lejos de tener un acuerdo político.

Mientras tanto, entonces, hubo que tratar de concentrar la agenda en otros puntos. Pero pareciera que esa agenda está aún demasiado dispersa y no logra reflejarse en los medios. En los últimos días se ha concentrado en tres temas: primero, la virtual reapertura del caso Belmar, donde la anterior administración fue tan negligente en la investigación que la única hipótesis posible es concluir que estaban protegiendo a alguien muy cercano al gobierno capitalino o a su ex candidato presidencial.

Se reabrirá, la pregunta es si ahora sí tendrá solución. También se decidió reabrir el caso de Digna Ochoa y modificar la versión oficial del suicidio de la abogada. Llegar a conclusiones diferentes después de tanto tiempo, de tantos intereses cruzados, de tanto manoseo de la investigación, será casi imposible. Si se recuperan los elementos perdidos es probable que se regrese a la versión del suicidio o, peor aún para ciertos sectores, que nos encontremos con un caso similar al de algunos dirigentes eperristas de Guerrero asesinados por sus mismos ex compañeros.

Finalmente, una tercera estrategia, más agradable, ha sido la de impulsar el tema del canal de televisión para el GDF (un objetivo técnicamente difícil de concretar en el corto plazo), con la instalación de un consejo asesor pletórico de personajes del mundo intelectual. Y un cuarto capítulo, aún pendiente de escribirse, pasa por el apoyo que en principio le ha dado Ebrard a la iniciativa de despenalizar el aborto, que lo colocaría con firmeza en el escenario de la izquierda, pero lo alejaría de sectores que el lopezobradorismo cultivó, como son los más conservadores de la Iglesia católica. Si en el caso del presidente Calderón cien días fueron pocos para definir con claridad el futuro de su gobierno, en el de Ebrard ese periodo apenas si nos permite identificar algunas líneas muy tenues de lo que quiere y, sobre todo, de lo que puede hacer el jefe de Gobierno.

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Marcelo: hablan los hechos

Itinerario Político
Ricardo Alemán
El Universal

Jueves 22 de marzo de 2007

Construye una imagen y un liderazgo al margen de AMLO, y asume las posturas defendidas históricamente por la izquierda

En días recientes, la empresa de imagen y mercadotecnia "Eventum" -que mide la popularidad de hombres y mujeres públicos desde la óptica del mercado, como si se trataran de mercancías-, hizo público un estudio sobre Marcelo Ebrard, en el que resume que el jefe de gobierno capitalino tiene muy pocas posibilidades de convertirse en presidenciable para 2012.

Las razones que esgrimen los especialistas son de sentido común y parecen convincentes. Que el señor Ebrard no es visto como un político de izquierda, sino como un pirrurris de derecha; que mientras no se deslinde de su jefe y promotor, López Obrador, no creará su propia identidad y liderazgo y, sobre todo, que no cuenta con un partido político propio, pues en el PRD importantes tribus no lo ven como de casa, sino como un advenedizo.

Y no les falta razón, sobre todo si se toma en cuenta que Marcelo Ebrard es uno de los más depurados productos del viejo PRI, en su momento vinculado estrechamente con el salinismo, y que incursionó en el PRD y en la izquierda partidista a partir del proyecto del señor López Obrador. También es cierto que el jefe de gobierno mantiene una fuerte disputa con diversos grupos o "tribus" del PRD, sobre todo con Nueva Izquierda -Los Chuchos-, por lo que está totalmente acotado por la Asamblea Legislativa.

Todo eso es cierto, pero también que Ebrard es un probado "animal político", antes que un militante de tal o cual bandera partidista. El señor Ebrard sabe que está obligado a enviar señales claras, en distintos frentes, que le permitan construir su propia identidad política y edificar su liderazgo. Y si para ello requiere emparentarse con la izquierda -en temas espinosos como el del aborto-, y "desmarcarse" de su jefe y promotor, lo hará hasta donde sea necesario.

Por eso llama poderosamente la atención que apenas ayer Ebrard envió una de las más claras señales para colocarse en el difuso espacio de la izquierda partidista, una señal que -cabe recordar-, no fue capaz de enviar su antecesor y promotor, López Obrador. Resulta que durante la conmemoración del 201 aniversario del natalicio de Benito Juárez, el jefe de Gobierno manifestó su abierto respaldo a los legisladores del DF para impulsar la despenalización del aborto. Y no se quedó en eso, sino que dijo que en pleno siglo 21, grupos católicos siguen en su intento de subordinar las instituciones del Estado mexicano a sus intereses religiosos y a sus credos; división del Estado e iglesia que ya resolvió la historia de México.

En los hechos, Ebrard no sólo se deslinda de la postura timorata de su antecesor respecto del aborto, sino que ofrece muestras de que está dispuesto a pagar los costos político-electorales -y de imagen-, al asumir una postura como esa, y lo que parece más importante, reclama la legitimidad de las instituciones constituidas. Ofrece, en pocas palabras, un deslinde en tres bandas; desde el espinoso asunto del aborto, desde asumir el pago de facturas político clientelares por sus decisiones, y desde el reconocimiento de la legitimidad institucional. Y eso no es poca cosa.

Pero al mismo tiempo, al entrar al debate sobre el aborto, se coloca en la posición contraria, en abierto contraste entre derecha e izquierda, respecto del presidente Calderón, quien también se metió al tema del aborto, para reclamar a la Asamblea Legislativa "prudencia" y que las mayorías "no avasallen" en ese tema. Dicho de otro modo, Ebrard construye su propia imagen y liderazgo, al margen del "legítimo", y se coloca del lado de las posturas defendidas históricamente por la izquierda, pero sin romper de manera abierta con su otrora jefe político. El señor Ebrard se mueve no por el olfato político -como AMLO-, sino por el talento. Sutil diferencia.

Pero va más allá. Todos saben que en el discurso, el jefe de gobierno mantiene vigente su postura de no reconocer al gobierno "espurio" de Calderón. Sin embargo, y otra vez a la luz de los hechos, aparece como el mejor aliado del gobierno de Calderón, en uno de los temas fundamentales del gobierno federal; la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Como no lo ha hecho ningún gobernador del país, sea del PRI, PAN y PRD, el señor Ebrard se ha enfrentado al crimen organizado -primero en su batida en Tepito-, y ahora en Iztapalapa, en donde incautó piezas de autos presuntamente robadas, desmanteló más de 200 comercios de esas mercancías y expropió el predio donde operaban.

Ebrard no sólo paga los costos políticos y clientelares en éste caso -como también lo hizo en Tepito y en el desalojo de los ambulantes del Centro Histórico-, sino que se ganó el reconocimiento social y hasta del propio gobierno federal. Apenas ayer, el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, felicitó al jefe de Gobierno, por su tarea en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Parece claro que en tanto "animal político" en plenitud, Marcelo Ebrard hará lo que sea necesario para construirse como alternativa de gobierno y pretenso real al 2007. Al tiempo.

aleman2@prodigy.net.mx