Sunday, March 02, 2008

El año de la rata I

¿Qué mosco le picó a ésta?, se preguntarán. ¿Qué jijos tengo qué estar escribiendo de este tema hasta ahora? En breve les relataré cuál fue el mosco que me picó (y que, by the way, me dejó tremenda roncha).

El domingo estaba platicando con una amiga de la dichosa ley antitabaco que me tiene los pelos de punta. He de reconocer (con poquis vergüenza) que recaí en el tabaquismo. Sé que no es algo de lo que deba ufanarme, y sé que en cierta medida es justo que se legisle para que los no fumadores no se vean afectados por la cantidad de volcanes móviles que deambulamos por ahí (aunque viviendo en esta ciudad, sé por estadística que el daño que hace a los fumadores pasivos el humo del cigarro es mínimo comparado con otros tóxicos que hay en el ambiente). Mi argumento era que sería genial que los legisladores estuvieran dispuestos a destinar parte del erario público en financiar tratamientos para que las personas dejen de fumar (en vez de llenar de hoyos las calles). ¿Qué no saben que es un vicio? ¿Qué no saben que un vicio es una enfermedad?

Justo en esas divagaciones andaba cuando salí de mi departamento a las tres de la tarde para hacer diligencias de rutina: pagar deudas, ir a la estética, a comer con mi madre y al supermercado. Iban a dar las ocho de la noche cuando entré de nuevo en mi hogar y me topé con la desagradabilísima sorpresa de que todo en mi casa estaba patas arriba. No había una sola prenda de ropa en su lugar, no había estéreo, ni dvd, ni ipod, ni discos, ni películas, ni una sola joya, ni dinero.

Mi caso no es aislado, lo sé. Y es eso lo que más me molesta. Que somos muchos quienes sufrimos las inclemencias de esta ciudad ingobernable y que pululan como plaga los malandrines (y sé que lo que diga al respecto se ha convertido hace mucho tiempo en un lugar común).

Ustedes se preguntarán que por qué destino este espacio a emitir mi denuncia (“si total, no recuperará nada”, pensarán, y tienen razón). Pues finalmente esta columna habla de relaciones. Y hoy estoy exponiendo mi débil relación con las personas que supuestamente trabajan para que los ciudadanos tengamos una vida tranquila (de mi relación con las ratas, ya ni hablamos).

En pleno día domingo, unas personas entraron a un inmueble y además de llevarse cuanta cosa quisieron, cometieron el brutal crimen de penetrar en mi intimidad, de leer mis diarios, de llevarse una colección de discos autografiados (cada quien sus ídolos, ¿no? A mi me tomó 10 años que mi cantante favorito me firmara todos sus discos) y de echar a perder por gusto, documentos importantes.

Así es: mientras en China celebran con bombo y platillo que este es el año de la rata, en este país llevamos mucho tiempo sobreviviendo al año de LAS RATAS. Que son muchas, que están mejor organizadas que la policía y que se saben 100% seguras en esta ciudad donde la aplicación de las leyes es frágil como barquito de papel.

El performance subsiguiente al desagradable incidente, es algo que se podrán imaginar: 45 minutos en el teléfono de “emergencias” tratando de que contesten: “esta extensión no está disponible, por favor intente más tarde”, “seguridad pública está con usted, en breve será atendido”; policías que llegan a dar tres mil indicaciones en un idioma que nadie (creo que ni ellos mismos) comprende, preguntas y más preguntas. “Levante acta, señorita”, me dijo uno de los oficiales, “es su obligación como ciudadana”. Y por supuesto que lo hice (no obstante que me costó, a mí y a mi familia, estar sentados hasta la madrugada esperando ser atendidos). Lo peor es que lo hice a sabiendas de que no podré recuperar mis objetos; y peor que eso, me costará mucho trabajo recuperar mi tranquilidad.

Curiosamente, en mi periodo de espera en el MP, recordé que hará cosa de diez días, en la colonia Cuauhtémoc, una señora de mediana edad —bastante guapa— se hizo de palabras con el tipo de la grúa que pretendía llevarle su vehículo al corralón. La señora perdió los estribos (desconozco si en uso de su derecho o no) y lo increíble es que en menos de 30 segundos aparecieron OCHO PATRULLAS con policías armados hasta las orejas que la amenazaron como si fuera la líder de una banda de delincuentes. Yo no digo, por supuesto, que la dama en cuestión haya hecho lo correcto, pero no deja de sorprenderme la rapidez de las autoridades en una situación así, y la ineficiencia de las mismas cuando hay personas que son víctimas de la delincuencia en cada tramo de esta ciudad.

¿Lo irónico? Debo estar agradecida de que salí ilesa, (me lo dijo incluso una queridísima amiga que hace meses fue víctima de lo mismo y tuvo la desventura de ver cara a cara al maleante).

El susto ya se me pasó y sé que la mayoría de las cosas materiales volverán. Pero lo que realmente quisiera es que en este país dejara de celebrarse el año, el día, el minuto y el segundo de la rata. Que son muchos los que festejan y no hay brazo de la ley que les de alcance.

Esta chica está furiosa. Esta chica paga sus impuestos, divide la basura, cumple con las leyes y no compra piratería (y resulta que esta chica es más delincuente por fumar, que los delincuentes que roban, ¿no?). ¿Eso me hace una santa? Ni remotamente. Me hace simplemente una ciudadana que exige sus derechos. Esta chica se despide esperando encontrar el lado amable de todo la próxima semana. Y a las ratas inmundas: ¡@$%/)&$”$%&/(/)=)&•”!

P.D. Señores ratas inmundas, ¿serían tan amables de devolverme la información de mi iPod? Además de las canciones, contiene cosas irrecuperables que para ustedes carecen de valor y sentido. ¡Ay, qué ilusa! Las ratas no leen.

Violetta Verdú - 939

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Operan en el Metro cinco bandas de secuestradores

Los Costeños, la pandilla más peligrosa, revela estudio de un organismo civil enviado a la PGJDF

Exigen entre 30 y 50 mil pesos para liberar a los pasajeros plagiados. El delito se comete en las horas pico y en estaciones muy concurridas.

El llamado secuestro exprés se ha reportado en las estaciones Chabacano, Tasqueña e Insurgentes.

En el Metro operan al menos cinco bandas que se dedican al secuestro exprés, revela un estudio realizado por el Consejo para la Ley y los Derechos Humanos, organismo no gubernamental que ha registrado 87 casos.


El organismo, que encabeza Fernando Ruiz Canales, refiere que los delincuentes amagan a las víctimas con armas de fuego y las retienen entre 30 y 45 minutos dentro del Metro.

El especialista en seguridad explicó que en ocasiones llegan a utilizar el celular de las víctimas para pedir el rescate, que oscila entre 30 y 50 mil pesos.

En algunos otros casos, los delincuentes amagan a sus víctimas para sacarlas de la estación y llevarlas a los cajeros automáticos y despojarlas de su dinero.

El consejo identificó la fisonomía de los delincuentes y el modus operandi de cada una de las bandas.

Este grupo informó que la banda de Los Costeños es la más peligrosa, pues portan armas de fuego, demandan a la familia el pago del rescate, ya sea en efectivo para ser entregado dentro de las instalaciones del Metro o en un paquete envuelto con papel aluminio que debe ser depositado en un vehículo estacionado en las inmediaciones de alguna estación.

En ocasiones, revelaron, los delincuentes piden a los familiares que depositen el dinero en un banco.

El análisis del organismo revela que la banda de aspecto costeño está integrada por cuatro sujetos de entre 25 y 30 años.

Esta banda ha obligado a sus víctimas a salir de las instalaciones del Metro para llevarlas a cajeros, exigir por medio de celulares de las propias víctimas el pago del rescate de 30 a 50 mil pesos. Se ha ubicado a esta banda en las estaciones Insurgentes y Chabacano”, indica el documento que envió el organismo a la PGJDF.

En Taxqueña opera otra agrupación delictiva, la cual está integrada por cuatro sujetos de entre 22 y 30 años, de tez morena, de aproximadamente 1. 65 y 1. 70 metros de altura “con acento capitalino y uno de sus integrantes, al parecer el mayor, siempre lleva una pulsera tipo deportiva de tela con varios colores en la muñeca derecha. Suelen vestir pantalón de mezclilla”, informa el documento.

En tanto, cinco sujetos operan en el Metro Insurgentes. Dos de ellos entre 22 y 25 años y el resto rondando los 40. Las víctimas aseguran que los jóvenes son delgados, de piel morena clara. “Destaca que uno de los sujetos porta un tatuaje de una pantera en el brazo derecho”, comentó Fernando Ruiz.

Las denuncias que ha recibido el Consejo para la Ley y los Derechos Humanos refieren que los plagios se han realizado en las horas pico del Metro, tanto en la mañana como por la noche.

Además, el análisis arroja que los delincuentes no tienen un perfil determinado de sus víctimas, sino que son seleccionadas principalmente por el reloj, celular, ipod y el tipo de vestimenta.
En todos los casos, los usuarios son seleccionados cuando ingresan a las instalaciones del Metro y son abordados en la zona de andenes.

Las estaciones con mayor incidencia de estos delitos son: Chabacano, en 21 ocasiones; Insurgentes, en 9, y Taxqueña, en 7.


El organismo documenta que tres de las víctimas han declarado que han hecho señas a los vigilantes de las estaciones, pero no han recibido ayuda de los elementos de seguridad, por lo que no se descarta su complicidad.


El presidente del organismo civil comentó que han enviado a la procuraduría capitalina y a las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo Metro la información de cada una de las bandas delictivas; incluso, han propuesto su intervención, pues el organismo cuenta con especialistas que se encargan de las investigaciones de alto riego, pero a la fecha no han recibido respuesta satisfactoria por parte de las autoridades.

Finalmente, el especialista consideró necesario incrementar la vigilancia, utilizando elementos capacitados, además de instalar un sistema de video-vigilancia al interior de las estaciones.
Deben estar preparados ante un posible enfrentamiento, traen armas de fuego que pondrían en riesgo a los millones de usuarios”, concluyó.

Fuente: Milenio DF, Viernes 29 de febrero de 2008

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