Bitramposaurio
Por Denise Dresser
Un proyecto que se vende como lo que no es. Una obra que se presenta como emblemática de la modernización cuando esconde todo lo que en México persiste para frenarla. Una torre erigida para conmemorar las fiestas nacionales cuyos principales beneficios irán a parar a manos de particulares. Como un aguijón clavado en el corazón de Chapultepec. Punzante. Hiriente. Lastimoso. Colocado allí por un gobierno que se dice vanguardista pero sugiere -tanto con la sede escogida, como con el proceso cuestionable para conseguirla- que aún no entiende cómo serlo. Setenta pisos de tergiversaciones; 300 metros de manipulaciones; 6 mil 500 cajones de estacionamiento cargados de contradicciones. Una trampa para la ciudad, para el PRD que la gobierna, para los ciudadanos que la habitan.
Edificio tramposo para el proceso democrático que el PRD dice defender. Porque hay mucho de la Torre que huele mal, se ve mal, corre en contra de la transparencia y los esfuerzos para fomentarla. Paso tras paso, declaración tras declaración, el proyecto revela todo aquello que lo hace criticable. La transmutación de políticos en desarrolladores; la metamorfosis de funcionarios públicos en constructores privados; la promoción gubernamental de un proyecto que indudablemente generará multimillonarias ganancias, pero no necesariamente para la ciudad. Y una izquierda que se presta a la legislación a modo; al "fast track", a los cambios que exigen un manojo de empresarios y sus amigos.
Obra tramposa para el Estado de Derecho que la ciudad y el país necesitan. Pocas cosas peores en este trance que contemplar el aval de Marcelo Ebrard a la "flexibilización" de la ley. Que ver las reglas generales reformadas para servir a intereses particulares. Que presenciar las normas de desarrollo urbano sacrificadas por quien ganaría credibilidad con el apego irrestricto a su aplicación. Ebrard aspira a presentarse como miembro de una izquierda distinta, pero su comportamiento en este tema indica que todo cambia para permanecer igual. La misma discrecionalidad, la misma opacidad, la misma manera de gobernar al Distrito Federal que contribuye a su retroceso en lugar de asegurar su avance.
Torre tramposa para los ciudadanos que acabarán subvencionando -de diversas maneras- una obra que hará más rico al Grupo Danhos, pero a costa de los capitalinos. Los ciudadanos que pagarán el precio de ceder 30 mil metros cuadrados del Bosque de Chapultepec. Los que acabarán otorgando plusvalía mediante el cambio del uso de suelo y las reglas de altura a un terreno que actualmente vale 15 millones de dólares y acabará valiendo 180 millones más. Los que contribuirán al negocio redondo que Jorge Gamboa de Buen, "en nombre de la Ciudad", hará para sus socios. Los que padecerán el desborde de 13 mil carros previstos y tan sólo 6 mil 500 lugares de estacionamiento prometidos. Los que sufrirán días de obras interminables, meses de vialidades congestionadas, años de remodelación exasperante.
Edificio cuyo espíritu y cuyo arquitecto contradicen una celebración de lo que México es y a dónde quiere llegar. Rem Koolhaas forma parte de la corriente arquitectónica basada en la premisa: "fuck the context". En pocas palabras, no le preocupa el contexto o el futuro del Distrito Federal o la calidad de vida de sus habitantes. Lo que importa es el edificio en sí y el modo de vida "moderno" que representa: el fin de la ciudad, el fin de la identidad, el fin de la comunidad. Un estadío donde según dice, "the city is to be superseded by Bigness" (la ciudad debe ser superada por lo Grande). Y en efecto, la torre será grande pero no necesariamente grandiosa. Será alta pero no particularmente hermosa. Será -sin duda- un edificio icónico, pero no de la mexicanidad sino de los esfuerzos de un nómada global por dejarla atrás. Koolhaas ha dicho que "la arquitectura no puede hacer lo que la cultura no quiere". Y si la cultura mexicana quiere celebrar 200 años, no debería aceptar la construcción de un edificio mal bautizado que la desdeña.
Ante este racimo de razones, el gobierno de Marcelo Ebrard se equivoca -y seriamente- al argumentar que quienes se oponen al proyecto lo hacen por "mezquindad política". Es cierto que unos y otros han usado el tema para combatir al perredismo en la capital y lo seguirán haciendo. Pero al margen de las batallas políticas, existen argumentos de fondo, preguntas legítimas, preocupaciones válidas, ciudadanos consternados y con razón. El gobierno del Distrito Federal haría mal en cerrar los ojos frente a ellos. Sobre todo cuando le urge diferenciarse del autismo ante muchas causas ciudadanas que demostró su predecesor. Sobre todo cuando necesita distanciarse de aquello que aqueja a la imagen del perredismo y contribuye a desacreditarlo.
Por ello, Marcelo Ebrard y el PRD en la capital necesitan pensar en las siguientes preguntas: si el objetivo es conmemorar el Bicentenario, ¿por qué no convocar a un concurso de arquitectos mexicanos de talla mundial -Enrique Norten, Ricardo Legorreta, Teodoro González de León, entre otros- para construir un edificio que promueva lo mejor de nosotros mismos? Si lo que se busca es colocar a la ciudad en el escenario internacional, ¿por qué no construir un centro cultural o un museo o una sala de conciertos al estilo de lo que se ha hecho en Dubai o Abu Dhabi? Si el objetivo de la Torre es el desarrollo de la zona, ¿por qué no cambiarla a un lugar que realmente lo requiere, como el área de Ejército Nacional? Si el objetivo del gobierno es mejorar la vialidad y combatir el desorden en Las Lomas, ¿por qué no se aboca a ello independientemente del proyecto propuesto? Si el objetivo es cambiar la faz del paisaje urbano, ¿por qué no hacerlo en un lugar menos conflictivo? Si el objetivo es generar empleos, ¿por qué no fomentar su creación en colonias del Distrito Federal que los necesiten más? Si la Torre es "en favor de la ciudad", ¿por qué sus beneficios están tan concentrados en tan pocas manos?
Hasta ahora, la respuesta a estas interrogantes ha sido la evasión o la descalificación. El manoseo de cifras que cambian y datos que se modifican a conveniencia. La apariencia de autoridades coludidas con empresarios rapaces. La proliferación de argumentos poco convincentes que ocultan grandes intereses. El desdén a la ciudadanía y el atropello a sus derechos. Todo aquello asociado con la peor manera de hacer política y de tomar decisiones sobre el desarrollo urbano. Y por eso, la Torre del Bicentenario no es -como argumenta Marcelo Ebrard- "un símbolo del futuro de la metrópoli". Más bien parece un símbolo del pasado y las trampas que todavía puede tender.
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Hoy no Circula
JAQUE MATE
Sergio Sarmiento
13 Ago. 07
"El Hoy no Circula... fue contraproducente, a mi juicio, porque aumentó el número de vehículos".
Luis Donaldo Colosio, 9 de marzo de 1994
El programa Hoy no Circula empezó a aplicarse como una "medida temporal" en la zona metropolitana de la Ciudad de México el 20 de noviembre de 1989. La impulsó el entonces regente, Manuel Camacho Solís, cuyo secretario de Gobierno era el mismo Marcelo Ebrard que hoy es jefe de Gobierno del Distrito Federal.
La medida temporal se volvió permanente. No hay duda de la gravedad del problema de contaminación del aire que tenía en ese momento la Ciudad de México. Desde entonces ha habido una mejoría significativa. Y quizá una parte del crédito deba otorgarse al Hoy no Circula, pero otras medidas han sido más importantes.
En 1996, siete años después de la aplicación del programa, se registraron los más altos índices de contaminación que se recordaban, los cuales llevaron a la aplicación del Triple Hoy no Circula en tres ocasiones, con la virtual paralización de la actividad económica de la zona metropolitana.
El Hoy no Circula funcionó en un principio porque tomó desprevenida a la población. Con el paso del tiempo, sin embargo, la misma sociedad fue tomando medidas para defenderse. La más importante fue la compra de algún vehículo adicional o la decisión de no vender alguno viejo que uno tuviera. El propósito era permitir a todos los miembros de la familia circular todos los días. Para 1996 la situación era evidente.
La introducción de vehículos con convertidor catalítico fue más eficaz para disminuir la contaminación del aire que el Hoy no Circula. Por otra parte, la decisión de permitir la circulación todos los días de autos con menos de 10 años de antigüedad y catalizador se convirtió en un poderoso incentivo para la adquisición de vehículos menos contaminantes.
Hoy el gobierno del Distrito Federal ha anunciado una nueva restricción a la circu- lación de vehículos. La medida regresa a la filosofía que se aplicó originalmente en 1989: todos los autos dejarán de circular un día al mes, tengan o no convertidor catalítico. El objetivo de la medida no parece ser el de disminuir la contaminación sino el de reducir la circulación de vehículos. Después de todo, como me comentó un radioescucha en un correo electrónico: "¿En qué reduzco la contaminación si en lugar de usar mi auto 2005 con convertidor catalítico tengo que emplear un taxi 1990?"
Al igual que el Hoy no Circula original, esta nueva restricción provocará inevitablemente un aumento en las compras de vehículos o llevará a las familias a no vender el auto viejo una vez que adquieran otro. No es que la gente sea perversa y se oponga a las medidas de nuestros iluminados políticos, sino que por naturaleza toma medidas para defender sus intereses.
Si el Hoy no Circula original generó el aumento del tránsito de los sábados, que con anterioridad eran mucho más tranquilos, la nueva medida provocará este incremento los domingos y los otros cinco días de la semana, porque el auto adicional para circular ese sábado al mes no se quedará guardado 29 días. Muchas familias, por otra parte, tienen ya dos autos viejos para usar uno cuando no circula el otro. Esto significa que emplearán el que circule cuando al otro le toque la restricción sabatina. Por ello no habrá una gran disminución en la circulación con la medida. Y la que exista, se desvanecerá con el tiempo, conforme la sociedad tome medidas para defenderse.
El gobierno capitalino prefiere tomar soluciones que restrinjan los derechos de los ciudadanos en lugar de promover programas que los expandan. Lo que debería hacer es mejorar el transporte público para generar incentivos para su uso. La construcción de la línea 12 del Metro será un paso positivo, mucho más sensata que el Segundo Piso del Periférico de Andrés Manuel López Obrador. Las líneas de Metrobús tienen puntos positivos y negativos. Pero la saturación que sufren estos servicios es de tal magnitud que su empleo se vuelve un verdadero calvario.
La mayor parte de la gente sigue transportándose en una red caótica de microbuses y autobuses que operan sin atención a ninguna regla. Tomar uno de estos vehículos es arriesgar la vida. Las personas discapacitadas no tienen cabida, por supuesto, ni en los microbuses, ni en los autobuses, ni en el Metrobús, ni en el Metro. Necesitan, por lo tanto, usar vehículos particulares o taxis si no quieren quedar recluidos permanentemente.
Uno podría pensar que un gobierno de izquierda entendería la necesidad de promover el uso del transporte público. Pero no. Para el gobierno de Marcelo Ebrard parece más importante castigar a los usuarios de autos privados que no tienen la capacidad de tener un vehículo adicional que resolver de fondo el problema.
Voto por voto
¿Es ésta la democracia moderna? Se hace una consulta en la que puede participar quien sea, aunque no sea residente de la ciudad o del país y en la que no se limita que alguien pueda votar varias veces. Aun así, acude a sufragar un número muy pequeño de ciudadanos. La falta de participantes se compensa con consultas telefónicas que no sabemos a quién se hacen. Se usan preguntas diseñadas para generar la respuesta que quiere el gobierno. Por otra parte, la propia autoridad que ordena la consulta -para justificar sus decisiones ya tomadas- cuenta los votos y da el resultado. La verdad hay razones muy importantes para protestar. Pidamos un recuento. Voto por voto. Casilla por casilla.
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Ebrard, el cremoso
Juan Ciudadano
13 Ago. 07
Marcelo Ebrard trabaja en su imagen de gobernante moderno, de Alcalde que orienta a su ciudad al futuro.
Habiendo estado en su silla, hasta hace muy poco, el "mesías tropical" (como lo apodó Enrique Krauze), alguien para el que tomar ideas del extranjero era una especie de traición a su espíritu juarista, buscar el contraste es un acierto.
El nuevo Jefe de Gobierno ha ido palomeando, uno a uno, los temas que le permiten ser visto como político "de mundo".
Marcelo Ebrard quiere ser verde como Al Gore; ser duro con los maleantes como Rudolph Giuliani; quiere construirle a la ciudad un símbolo, como a Bilbao le pusieron su Guggenheim, y hacer consultas públicas, pues ¿qué no es así como los americanos deciden sobre el español en las escuelas, los casinos o establecer vouchers educativos?
¿Qué más podemos pedir?
Algo de sustancia. Nada más.
Si va en serio su decisión de ser la cabeza de la izquierda moderna en México, no bastan los golpes de fachada. No se puede ser verdaderamente de izquierda cuando al ciudadano se le niegan, regatean o burlan derechos fundamentales frente al Estado.
Sea en el tema de la inseguridad (y colaterales), la corrupción o la obra pública, la Ciudad de México tiene autoridades que esconden información, que trabajan de espaldas a la ciudadanía. Y aquí no se trata de compararlo con las urbes modernas. El DF es opaco incluso para parámetros mexicanos.
Obra pública
En ninguna otra entidad del País hay tantas pruebas de un Gobierno que se resistió tajantemente a la apertura informativa, a abrir la más mínima rendija de vigilancia, que cuando la administración de López Obrador construyó el segundo piso para el periférico.
Sobre los segundos pisos se pidieron proyectos, contratos y facturas. Las respuestas fueron evasivas, demoras y entregas parciales de información.
El antecesor de Ebrard fue, por un lado, dadivoso y capaz de sacar adelante obras de infraestructura importantes, pero no movió a su Gobierno ni un milímetro hacia delante en lo que a la gobernabilidad democrática se refiere. Un gobernante a la antigua.
Una izquierda moderna -no paternalista- pasa por romper con este pasado.
Seguridad
La seguridad pública y la procuración de justicia integran otra área en la que el Gobierno de la ciudad apostó el sexenio pasado por las políticas más reaccionarias y contrarias a la rendición de cuentas. Se ha analizado muy poco lo profundamente autoritario que fue el Gobierno de López Obrador en este rubro.
Está, por ejemplo, la política de las "cuotas de consignación" todavía vigente, en la que cada agente del Ministerio Público es "invitado" a detener a cierto número de presuntos delincuentes por semana.
Exigencia ante la cual los MPs son orillados a responder cínicamente: "¿Quieren consignaciones? ¡Les damos consignaciones!".
El resultado ha sido, efectivamente, más detenciones, también mayor sobrepoblación en las cárceles, pero mismos índices de delincuencia e idéntica percepción de inseguridad. Y, lo más grave, la violación sistemática de derechos humanos.
La defensa de las garantías individuales está en el corazón de cualquier Gobierno verdaderamente de izquierda. Lograrlo pasa necesariamente por poner el trabajo de procuración de justicia en una vitrina.
Un delincuente lo es cuando el MP recaba pruebas contundentes y las defiende oralmente frente a un juez y frente al público.
Hasta la fecha, Marcelo Ebrard no ha hecho nada en concreto por moverse de una política de seguridad autoritaria e ineficaz a una que defienda los derechos humanos y ofrezca resultados.
Órgano de transparencia
La Ciudad de México, a pesar de los desplantes publicitarios del Jefe de Gobierno, sigue tan reprobada en materia de transparencia como lo estaba con la administración que lo precedió: incumple con lo que debiera estar disponible todo el tiempo en internet, arrastra los pies (en el mejor de los casos) con las solicitudes de documentos y, al final, nadie es castigado por negar información.
La evaluación más reciente que hizo InfoDF -el propio órgano de transparencia local- del Gobierno de la Ciudad arroja los siguientes resultados: la administración central (el ámbito más cercano a Ebrard) reprueba con 58 puntos de 100, las delegaciones reprueban con 56.6 y los órganos desconcentrados y paraestatales reprueban con 59.8.
¿Ebrard, la Izquierda moderna? Todavía no.
Correo electrónico: juanciudadano@juanciudadano.com
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Amarillo deslavado
El futuro del PRD. Marcelo Ebrard encarna el principal capital político del PRD; sin embargo, llega al Congreso Nacional sin alianzas sólidas, atrapado en la lucha de corrientes y sin el rango de consejero
Manuel Durán y Ariadna Bermeo
(12 agosto 2007).- La mañana del 26 de mayo todo estaba listo para que Marcelo Ebrard jurara como consejero estatal del PRD.
Era el paso esperado por el jefe de Gobierno para ponerse de lleno la camiseta amarilla del perredismo, y disipar en definitiva los recuerdos de su pasado priista y los regateos a su nueva militancia.
La agenda del Consejo citado en el Salón Covadonga de la colonia Roma preveía que el jefe de Gobierno leyera un discurso y protestara como consejero.
Pero el único líder de corriente que llegó a la cita fue René Arce, de Nueva Izquierda, el único grupo que no tiene alianza con Ebrard.
Ante las ausencias de las corrientes que apoyan a Ebrard, el secretario de Gobierno del Distrito Federal, José Ángel Ávila, convocó a Arce a una reunión privada en la cual pidió un favor: "Registra a tus consejeros y ayúdame a hacer quórum", le dijo.
El líder de Nueva Izquierda en el Distrito Federal se negó. El argumento fue que había porristas para Ebrard, quienes jugarían el papel de provocadores cuando tomara el micrófono el líder de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Víctor Hugo Círigo, también integrante de Nueva Izquierda.
Llegó el mediodía y, ante la ausencia de consejeros de las corrientes afines a Ebrard, el presidente del PRD capitalino, Ricardo Ruiz, tuvo que suspender el Consejo, prometiendo convocar a la brevedad.
Tras dos meses, el mandatario capitalino continúa en su calidad de militante y así, sin la insignia de consejero perredista, llega al Décimo Congreso Extraordinario del partido.
Su camiseta en el Congreso no es del amarillo intenso que se esperaría para el jefe del gobierno que representa el capital político más importante del PRD.
Rehén de corrientes
Los intentos de Ebrard por tener un representante absolutamente leal en la dirigencia del partido no han fructificado.
Alejandro Rojas Díaz-Durán libra todos los días una batalla por posicionarse en la filas perredistas. Pero el ex priista, camachista de toda la vida y uno de los personajes más leales a Ebrard desde los años noventa, hoy sólo es uno más de los 35 congresistas afines al jefe de Gobierno, como parte de la corriente "Movimiento Entre Ciudadanos" (MEC), siglas que coinciden con las de Marcelo Ebrard Casaubón.
Desde el proceso de transición, Ebrard encomendó a Rojas Díaz-Durán incrustarse en el PRD. Primero buscó ser secretario general del PRD-DF en un proceso que abortó ante la falta de acuerdos y la salida de su presidente, Martí Batres.
Cuando López Obrador intervino para poner orden, Ricardo Ruiz fue designado presidente local y Carlos Reyes Gámiz secretario general.
Rojas Díaz-Durán se había conformado con la cartera de prensa y propaganda, pero tampoco eso pudo amarrar.
Hoy, Rojas Díaz-Durán forma parte de una estrategia para que las corrientes afines a López Obrador consigan la dirigencia nacional perredista, con Alejandro Encinas como candidato. El camachista se apuntó en el sitio dos de la planilla que encabezó Encinas para la elección de consejeros rumbo al Décimo Congreso Nacional.
Un colaborador del primer circulo de Ebrard, quien prefirió el anonimato, afirma que uno de los objetivos del jefe de Gobierno es consolidar al partido, lejos de fracturarlo o abandonarlo.
Para ello, se busca convertir al gobierno de la ciudad en un referente nacional de cómo gobierna el PRD.
"La izquierda en la Ciudad es el PRD, hay que cuidarlo, estar de su lado, y nosotros queremos estar de ese lado", señaló.
Este funcionario asegura que Ebrard avanza en posicionar su imagen dentro del partido, pues en la elección de consejeros, donde sólo votaron militantes, tuvo la misma aceptación de cuando ganó la candidatura, cuando votó la ciudadanía en general.
Pero reconoce que las tribus les han fallado, pues operan bajo la lógica de que "las facturas se pagan siempre y no sólo una vez".
Otro factor en contra de Ebrard es la composición de la bancada perredista en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal donde los "chuchos" son mayoría, empezando por su líder, Víctor Hugo Círigo.
Esto hace que, a pesar de que el PRD es mayoría absoluta en la ALDF, cada iniciativa del jefe de Gobierno tenga que ser negociada y muchas veces rechazada por los diputados locales de su partido.
En opinión de Carlos Reyes Gámiz, secretario general del PRD-DF, a Ebrard le falta construir un liderazgo que se sobreponga a las corrientes del partido, como lo hicieron en su momento Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.
Para otros perredistas, como el diputado local Isaías Villa, hasta ahora Ebrard gobierna sin partido, en una "fría relación política" con el PRD.
Gobierno camachista
Un elemento que se le reprocha a Ebrard en las filas perredistas es su círculo cercano, pues no todos los funcionarios de primer nivel en el GDF provienen del partido, sino del priismo y más específicamente del camachismo.
A seis años de perder el registro, los fundadores del desaparecido Partido del Centro Democrático encontraron en el gobierno capitalino un espacio para reagruparse, y hoy ocupan cargos claves en la administración de Ebrard, quien fundó el PCD junto a Manuel Camacho Solís.
El actual secretario de Gobierno, José Ángel Ávila, fue representante del PCD ante el Instituto Federal Electoral en el 2000, siendo Camacho candidato presidencial.
Ignacio Vázquez Torres, actual coordinador de Proyectos Estratégicos, fue delegado en Cuauhtémoc cuando Camacho era regente del Distrito Federal.
En un área crucial para Ebrard, el ahorro de energía, fue nombrado Jaime Arceo, quien como asambleísta en 1991 era la voz de Camacho en ese naciente órgano legislativo de la ciudad.
Mario Delgado, secretario de Finanzas, administraba los dineros del PCD, junto con Ramón Montaño, actual oficial mayor del GDF.
Alejandra Moreno Toscano, autoridad del Centro Histórico, es considerada la "madre política" de Ebrard, pues lo arropó cuando era secretario de Gobierno con Camacho y ella coordinadora de Asesores.
La consejera jurídica, Leticia Bonifaz, y Héctor Antuñano, director general de Gobierno del Distrito Federal también formaron parte del PCD.
El actual secretario de Seguridad, Joel Ortega, es el más perredista de este grupo. Milita en el partido y ha ocupado cargos con Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles y López Obrador. Pero tiene sus orígenes en el camachismo. Fue director general de Autotransporte Urbano en el gobierno de Camacho, fundador del PCD y en el 2000 compitió bajo las siglas del PCD por la jefatura delegacional en Gustavo A. Madero, en alianza con el PRD.
En medio de estos fundadores del PCD, destacan cinco perredistas con cargos relevantes: como Martí Batres, secretario de Desarrollo Social; Armando Quintero, en Transporte y Vialidad; Alejandra Barrales, en Turismo; Clara Brugada en la Procuraduría Social y Juan José García Ochoa, subsecretario de Gobierno.
Todos ellos, como parte de alianzas ente Ebrard y sus corrientes de origen.
En la visión de miembros de Nueva Izquierda, Ebrard llega sumamente débil al congreso, pues el equipo con que trabaja en el PRD sólo son Quintero y Batres.
Mientras que la alianza con la corriente de René Bejarano (Izquierda Democrática Nacional) está desmejorada, y en conjunto ninguno de sus grupos afines le da presencia nacional.
La estrategia
Desde el gobierno del Distrito Federal se dice que el mandatario local lleva al Congreso "ases" bajo la manga, y que recogerá frutos de una estrategia de posicionamiento interno basada en dos ejes.
Primero, las reuniones que hace al menos una vez por semana en la colonia Condesa para despachar asuntos del partido y donde todas las corrientes están invitadas, aunque nunca asiste Nueva Izquierda.
Segundo, la alianza con gente leal al ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, para conseguir la dirigencia del partido.
En esa lógica, Ebrard ha sido fiel a su juramento ante la Convención Nacional Democrática, en la que se decidió nombrar presidente legítimo de México a Andrés Manuel López Obrador, y desconocer a Felipe Calderón.
La relación del Distrito Federal con el gobierno federal está a cargo del secretario de Gobierno y las cabezas de despacho en cada ramo. Ningún oficio firmado por Ebrard ha sido dirigido a la Presidencia de la República y tampoco han permitido que comparta rúbrica con Calderón.
El mismo Ebrard asegura que nunca le verán con Calderón en la foto oficial o acto público y que nunca olvidará los agravios de la elección presidencial del 2 de julio.
En esas "vencidas" con Calderón, Ebrard ha salido bien librado, si se toma en cuenta que logró el refinanciamiento de la deuda capitalina y la intervención de Conagua para evitar una crisis por el mal estado del drenaje en la ciudad, sin necesidad de reconocer al Presidente.
Para el diputado local Agustín Guerrero, ése es el principal activo de Ebrard rumbo al Congreso Nacional: una actitud congruente que le da un liderazgo sólido
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Las razones de la delegada
Gabriela Cuevas, Jefa delegacional en Miguel Hidalgo y columnista Invitada. La autora aborda los mitos y realidades en torno al proyecto Torre Bicentenario.
(5 agosto 2007).- A dos semanas de que el jefe de Gobierno del DF anunciara el proyecto para edificar la torre más alta de América Latina a un costado del Bosque de Chapultepec, el debate no ha cesado; por el contrario, ha sido alimentado por mitos y realidades que resulta necesario desenredar para ver el trasfondo de este proyecto.
Días antes del anuncio conocí el proyecto y manifesté a los desarrolladores mi postura: no aceptaremos que se destruya o se construya edificación alguna por encima de la ley en Miguel Hidalgo. Esa postura no ha cambiado desde ese primer día ni cambiará en lo futuro.
Los promotores (privados y gubernamentales) del proyecto señalan que la construcción de la torre generará 4 mil 500 empleos durante la construcción y 600 empleos fijos una vez inaugurada, y que representa una inversión de 600 millones de dólares para la ciudad.
Ambas aseveraciones son un mito, pues se ha revelado que la inversión tendrá como destino Holanda (en el proyecto arquitectónico) y China (adquisición de acero para la estructura).
La creación de empleos resulta cuestionable, pues ni serán permanentes ni serán de calidad. Probablemente algunos corporativos o multinacionales se mudarán a la nueva torre, trasladando a su personal, sin que ello implique contrataciones nuevas. La verdad es que no se ha anunciado que este proyecto atraiga inversión extranjera directa con la generación de empleos permanentes y de calidad.
En la Delegación Miguel Hidalgo trabajamos para atraer inversiones y generar empleos, al tiempo que ejercemos el gobierno para recuperar la calidad de vida de nuestros vecinos.
Lo legal
Mito: la ley se puede cambiar pues "una no es ninguna" y una excepción no afecta a nadie.
Realidad: sólo en la medida en que existe un marco legal respetado por todos -incluyendo la clase política- se genera confianza y certidumbre para todas las partes: a los vecinos les garantiza que no van a construir algo ilegal junto a sus hogares o negocios; a los desarrolladores, que no habrá autoridades corruptas que quieran extorsionarlos para otorgarles permisos o terminaciones de obra; a los compradores o arrendatarios, que no comprarán o rentarán una residencia u oficina que posteriormente enfrentará problemas legales.
Este proyecto viola el Programa Parcial de Desarrollo Urbano para Lomas de Chapultepec vigente desde 1992, y la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. Aquél, por cuanto no cumple con el uso de suelo, altura, densidades y restricciones; y ésta por cuanto implica la demolición del inmueble "Súper Servicio Lomas", que fue construido por el arquitecto Vladimir Kaspé en 1952, y que se encuentra enlistado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Lo urbano
Mito: reordenamiento urbano significa salpicar caprichosamente una ciudad de rascacielos gigantescos.
Realidad: el reordenamiento urbano comienza por un ejercicio de planeación urbana a mediano y largo plazos, que involucre a expertos y vecinos. De este ejercicio debe emerger un plan de desarrollo urbano, como el que existe hoy día para la capital, sus delegaciones y colonias.
Reordenar es volver a ordenar, no poner el desorden. Reordenar no significa favorecer a un grupo de particulares creando usos de suelo "bajo pedido". Difícilmente se podrá justificar de forma legítima que no se otorguen similares privilegios a cualquier otro grupo o individuo que igualmente atraerían inversión y empleo de contar con tan favorables circunstancias. Y en caso de hacer justicia en el otorgamiento de usos de suelo a todos, el resultado sería el total caos -y no ordenamiento- urbano.
Lo político
Mito: oponerse a la violación de la ley y a la destrucción del patrimonio es cosa de política.
Realidad: mi postura ante esta megatorre es la misma antes y después de saber que el jefe de Gobierno la está cabildeando. Ni yo ni la ciudadanía exigimos el apego a la ley porque el señor Ebrard esté promocionando un proyecto, lo hacemos por convicción.
Mezquindad es pretender representar a la izquierda y querer festejar el Bicentenario con una torre de oficinas de lujo a la que muy pocas personas podrán ingresar. No sólo mezquindad e hipocresía, sino incoherencia y cinismo a plenitud.
El GDF debería aprender del gobierno federal, que celebrará el Bicentenario regalando a los habitantes de la capital un parque ecológico que impactará en la cultura ambientalista de generaciones futuras.
Realidad: el proyecto no es viable ni legal. Para realizarlo se requeriría que el INBA renunciase a la protección del valioso inmueble que actualmente ocupa este predio. También requeriría el aval de la ALDF para favorecer a una empresa cuyo director general (Jorge Gamboa de Buen) curiosamente fue jefe del actual Secretario de Desarrollo Urbano (Arturo Aispuro) y compañero de gabinete de Ebrard en épocas del ex regente Manuel Camacho, asesor de Andrés Manuel López Obrador, este último beneficiario de donativos de Grupo Danhos.
Realidad: este proyecto tendría un enorme impacto en la zona de Molino del Rey y la parte baja de las Lomas de Chapultepec. Por ello, la delegación valorará tanto los elementos técnicos del proyecto como las repercusiones urbanas, sociales, ambientales y de infraestructura, antes de emitir su opinión a la ALDF.
Pero la realidad más triste es que este proyecto sienta un precedente negativo para la sana convivencia social y la certidumbre de las inversiones, pues parece que el GDF negociará y hasta modificará la ley para privilegiar a sus amigos.
¿Ciudad con equidad o negocio para los cuates?
¿Primero los pobres o primero los más ricos?
Señor Ebrard, la ciudadanía espera -en acciones, no palabras- sus respuestas.
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